martes, 26 de abril de 2011

HEMODINAMICA

Los estudios de Poiseuille establecieron que para que la sangre o cualquier otro líquido pueda fluir por un sistema de tubos rígidos, es necesario que exista una diferencia de presión hidrostática entre dos puntos de la tubería. En el caso del sistema circulatorio, el flujo de sangre desde las grandes arterias (aorta y pulmonar) hacia las grandes venas (cavas y pulmonares), se realiza en virtud de la gradiente de presiones que crea el corazón al expulsar sangre a cierta presión hacia las arterias.
Poiseuille estudió el flujo de líquidos en un sistema conductor constituido por tubos rígidos, estableciendo ciertas normas. Estas son en su mayor parte aplicables también a la circulación, a pesar de que la sangre no es un líquido simple (tiene elementos figurados en suspensión) y que los vasos sanguíneos no son rígidos sino distensibles. Poiseuille encontró que la velocidad del flujo entre dos puntos de un sistema conductor rígido, depende fundamentalmente de la diferencia de presión hidrostática entre dichos puntos y de la resistencia que el conductor (tubo) opone al flujo.
Los vasos sanguíneos en nuestro organismo ofrecen al flujo de la sangre una resistencia variable, que es directamente proporcional a la longitud de los conductores, e inversamente proporcional a su diámetro. Por lo tanto, la velocidad del flujo es mayor y la caída de presión menor en un vaso corto y grueso.
La velocidad del flujo es inversamente proporcional a la viscosidad del líquido. Mientras la viscosidad de la sangre fluctúa dentro de límites relativamente estrechos no influye sobre la velocidad, pero cuando sobrepasa cierto límite la altera significativamente.
La resistencia al flujo causada por la viscosidad es inversamente proporcional al diámetro del vaso. Por lo tanto, en condiciones de viscosidad constante, dicha resistencia es considerablemente mayor en las arteriolas que en la aorta.
El flujo sanguíneo es laminar hasta cierta velocidad, sobrepasada la cual se torna turbulento, o sea, se forman remolinos (Fig. 46). Un flujo es laminar cuando todas las moléculas del líquido se mueven ordenadamente en la misma dirección en verdaderas capas concéntricas. Las capas periféricas cercanas a la pared vascular se desplazan con menor velocidad y con velocidad máxima las capas centrales. La turbulencia disminuye la velocidad del flujo.
Es importante mencionar en este respecto, que si la sangre fluye en vasos de diámetro inferior a 0.2 mm,
los elementos figurados ocupan una posición central. El plasma ocupa la periferia y funciona como lubricante, facilitando el desplazamiento de la sangre.
Como el caudal de sangre que pasa por un vaso es directamente proporcional a la cuarta potencia de su radio, es fácil comprender que los cambios del diámetro vascular, aunque sean de pequeña magnitud, modificarán considerablemente el flujo en la unidad de tiempo.
Como el aumento de la resistencia disminuye la velocidad del flujo, las presiones externas ejercidas sobre los vasos (por ejemplo, por las contracciones musculares o por factores patológicos) pueden disminuir o aun suprimir, por oclusión, el flujo sanguíneo.
La contracción de los esfínteres precapilares produce también disminución o supresión del flujo sanguíneo en el respectivo territorio capilar. Estos esfínteres son pequeños anillos de musculatura lisa que rodean la porción terminal de las metaarteriolas. Como la contracción de estos esfínteres aumenta la resistencia periférica se eleva la presión arterial que, en caso de colapso circulatorio periférico, es de importancia vital.
En resumen, el flujo sanguíneo en el sistema vascular se mantiene fundamentalmente por la gradiente de presiones creada por el corazón, que recibe la sangre a baja presión por las venas y la bombea a alta presión hacia las arterias. La circulación sanguínea está, sin embargo, facilitada también por otros factores. En efecto, por una parte, al hacerse más negativa la presión intratorácica durante la inspiración, disminuye la presión en las grandes venas intratorácicas y en las aurículas. Esto incrementa la diferencia de presiones entre las venas extratorácicas y la aurícula derecha, facilitando el retorno de la Sangre venosa al corazón. Por otra parte, las contracciones de la musculatura esquelética comprimen las venas y, como las válvulas venosas impiden su retroceso, la sangre es impulsada hacia el corazón.
La presión de la sangre en las arterias cercanas al corazón fluctúa ampliamente entre un máximo en el sístole (presión sistólica) y un mínimo al final del diástole (presión diastólica). La diferencia entre las presiones sistólica y diastólica es denominada presión diferencial o presión del pulso y el promedio entre ambas es la presión media. La presión diferencial disminuye gradualmente hacia la periferia, desapareciendo en los capilares.
Las venas ofrecen una resistencia mínima al flujo de la sangre, debido a lo cual la gradiente de presión entre las venas periféricas y las venas que desembocan en el corazón, es muy pequeña. La presión en las venas intratorácicas y en las aurículas es normalmente negativa (menor que la atmosférica) al igual que en el espacio intrapleural (ver Sistema Respiratorio). Las presiones de la sangre en los diferentes vasos del cuerpo son aproximadamente las siguientes:
Estos valores sufren variaciones adaptativas frente a los cambios funcionales del organismo.
Así, por ejemplo, factores emocionales pueden aumentar considerablemente la presión arterial.

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Lcda. en Enfermería. Msc.Gerencia de Salud Pública. Diplomatura en: Docencia, Metodología e Investigación, Nefrología y Salud Ocupacional. Actualmente Bacherlor y Master en Ciencias Gerenciales.